La historia de la rúcula, de Roma al Mediterráneo
La rúcula (Eruca sativa y Diplotaxis tenuifolia) es una planta herbácea, perteneciente a la familia de las brasicáceas, conocida y valorada desde la antigüedad. En la época romana, se usaba tanto en la cocina como en la medicina por sus propiedades afrodisíacas y digestivas, consumiéndola cruda en ensaladas o acompañada de quesos y aceites aromáticos. Durante la Edad Media, se cultivaba principalmente en monasterios con fines culinarios y medicinales. Su uso se extendió por toda Europa y la cuenca del Mediterráneo, convirtiéndose en un ingrediente común en diversas cocinas nacionales. Hoy en día, la rúcula es apreciada en todo el mundo, tanto por su sabor picante y ligeramente amargo como por sus beneficios para la salud.
Los valores nutricionales de la rúcula
La rúcula es un alimento muy rico en vitaminas, minerales y compuestos bioactivos. Contiene altas cantidades de vitamina C, vitamina K y vitamina A, esenciales para el sistema inmunológico, la coagulación sanguínea y la salud de la piel y la vista. También es una buena fuente de ácido fólico y calcio, fundamentales para la regeneración celular y la salud ósea. Además, es rica en antioxidantes, especialmente glucosinolatos, compuestos que pueden ayudar a prevenir algunas enfermedades crónicas. Gracias a su bajo contenido calórico y su alto aporte de fibra, la rúcula es una excelente opción para quienes siguen una dieta saludable. Su consumo regular puede favorecer la digestión, regular la presión arterial y proteger el cuerpo del estrés oxidativo.
Una alternativa al pesto: receta de pasta con rúcula
En lugar del clásico pesto, la rúcula puede utilizarse para acompañar un buen plato de pasta, como espaguetis o tallarines. Lava 200 g de rúcula y colócala en una batidora junto con un diente de ajo, 30 g de queso parmesano, 30 g de piñones, sal y pimienta. Tritura todo mientras agregas aceite poco a poco hasta obtener una consistencia cremosa. Mientras tanto, hierve la pasta, reservando un poco de agua de cocción para hacer la salsa aún más suave. Finalmente, mezcla la crema de rúcula con la pasta escurrida y sirve bien caliente, decorando con un poco más de rúcula fresca si lo deseas.